Qué pena siente el alma
cuando la suerte impía
se opone a los deseos
que anhela el corazón.
Qué amargas son las horas
de la e istencia mía,
sin olvidar tus ojos,
sin escuchar tu voz.
Qué amargas son las horas
de la e istencia mía,
sin olvidar tus ojos,
sin escuchar tu voz.
Pero embargo a veces
la sombra de la duda
y por mi mente pasa
como fatal visión.
Pero embargo a veces
la sombra de la duda
y por mi mente pasa
como fatal visión.
Qué pena siente el alma
cuando la suerte impía
se opone a los deseos
que anhela el corazón.
