Hija de la calle.
Mujer de El Chino
La Reina gobierna el negocio desde su trono.
A la Reina le gustan los morados, los de quinientos.
Pasó una infancia complicada,
no le daba a la lengua,
era más bien callada.
Se le daba mejor
sumar y multiplicar.
Se crió en un orfanato
de la capital.
Sin el cariño
de papá y mamá
llena de vacío
alma ensangrentada.
Profundas cicatrices dejan marca.
La consorte del diablo,
la matriarca.
La Reina es la que manda.
Luce diamantes,
lleva un flow Rosalía.
Controla los puntos
vigila las guarderías.
Y le lleva lo suyo
al jefe de la policía.
Desde chica se ha buscado
los jurdeles.
Desde que el príncipe salía
en los papeles.
Aunque no pertenezca
a la monarquía,
a la reina de la tana
se le rinde pleitesía.
Mi madre es la calle.
Me busco el dinero para que no falte.
Siempre maquinando
no quiero que falle.
Me lo busco sola,
no me fío de nadie.
El Chino está engolfado
se la lía.
Siempre tomando, ensirocao,
se relía.
Ha coronado de blanca
roneando desde que se levanta,
todo el día.
No confía,
es la reina de la tana.
Al que no pague
lo raja con la catana.
Parece musulmana.
Parece gitana.
Es andaluza
de sangre cristiana.
La Reina y el Chino tratan con la mejicana.
Cincuenta mil para el jefe de la aduana.
Conectados con la rusa y con la italiana.
Están investigados por la norteamericana.
Mi madre es la calle.
Me busco el dinero para que no falte.
Siempre maquinando
no quiero que falle.
Me lo busco sola,
no me fío de nadie.
Lo que haga una mano,
la otra, que no lo vea.
Y si das tu palabra
la cumples sea como sea.
El honor y el respeto se ganan
en la pelea.
La boquita cerrada
y la verdad nunca
te la creas.
Mi madre es la calle.
Me busco el dinero para que no falte.
Siempre maquinando
no quiero que falle.
Me lo busco sola,
no me fío de nadie
