Hubo un Rey en un castillo
con murallas de membrillo,
con sus patios de almendrita,
y sus torres de turrón.
Era el Rey de Chocolate
con nariz de cacahuate,
y a pesar de ser tan dulce
tenía amargo el corazón.
La Princesa Caramelo
no quería vivir con él,
pues al Rey en vez de pelo le
brotaba pura miel.
Aquel Rey al ver su suerte comenzó
a llorar tan fuerte, que, al llorar,
tiró el castillo y un merengue lo
aplastó.
En los bosques del castillo
han sembrado un gran barquillo,
y lo riegan tempranito
con refrescos de limón.
En el lago la cascada
es de azúcar granulada,
y el arroyo, en vez de piedras,
va arrastrando colación.
La Princesa Caramelo a su paje Pirulí
lo mandó con el monarca a decir por
fin que sí.
El Marqués de Piloncillo,
mayordomo del castillo,
lo ha limpiado
con la lengua para que se case el Rey.